Una brisa suave acaricia mi rostro, mis facciones completas, y roza mis labios.
Un polvo de suelo que ensucia mi aire, o ¿el aire molesta al terreno calmo?
Una follaje vasto, que monta el soplido, y baila con él; se aburre y se cae.
Un ave que escapa, pues, de su otrora acecho, al gato manso una hoja distrae.
Una pluma víctima que lo acompaña un instante hasta que el mar la seduce.
Un sol ardiente que la humedad recalienta, y aquella en vapor se traduce.
Una altura de frío que el gas alcanza y así se condensa.
Un instante seco; la nube ahora es lluvia, y la brisa, tensa.
Una ráfaga insólita que ya no ve mar, y no conoce el tiempo.
Un reloj paciente que espera la entrega que debe mi viento.
Una sombra de banco, un muelle y gaviotas que en mi brisa planean.
Un chillido de ave que la distrae, y su mirada vacía se vuelve austera.
Una mirada entrañante, que piensa recuerdos y anhela latente.
Un presente sabido, que mi aire conoce, pero prefiere ausente.
Una brisa suave acaricia su rostro, sus facciones completas, y roza sus labios.