Llega un punto en la vida de algunas personas, como yo, en que para coronar sus estudios debe abocarse a la realización de un Trabajo de Tesis. Esta forma de llamar al trabajo de culminación de los estudios puede resultar tanto abrumadora como terrorífica y no es para menos.

No contando los aspectos académico-técnicos del trabajo, el principal desafío consiste en poder lidiar con una enorme cantidad de factores externos, que podrían llevar a más de uno a sucumbir ante el intento, producto de las tremendas cargas que se deben afrontar.

Uno de los primeros problemas con los que se suele topar el Tesista es el del establecimiento preciso de la fecha de cierre del trabajo. Si bien este acto no constituye una obligación, y mucho menos para sí mismo, el Tesista debe soportar los constantes interrogantorios sobre este respecto de parte de su entorno. Ante la ausencia de respuesta concreta suele acusárselo injustamente de vago, imprevisor, irresponsable o, cuando menos, desordenado, mientras que es en realidad su entorno quién debiera ser blanco de calificativos de la estirpe de sin-nada-que-hacer-de-su-vida-y-meterse-en-la-de-los-demás, molesto, hincha-pelotas, metiche, chusma, etc.

Tantos factores tienen influencia en la definición de una fecha de entrega, y tan pocos son notados desde los observadores externos, que el problema del interrogatorio se propaga a lo largo de todo el período que se deba destinar a la confección del trabajo.

Entendido esto gana jerarquía otro tipo de situaciones algo menos acongojantes, pero no por ello menos molestas, generalmente ligadas a la responsabilidad de terceros, como ser la burocracia y los tiempos de espera intermedios ante consultas, pre-entregas y entregas. Esto no solo ocurre con el trabajo propiamente dicho sino también con el Plan de Tesis, el Acta de Acuerdo de Tesis, la Presentación para la Defensa y un sin-número de eventos de (en principio) menor envergadura que suelen formar parte sustancial de cualquier trabajo de este tipo.

El total de estos factores suele escapar a la vista del entorno, quizás fundado en el hecho de que éste sufre una suerte de ansiedad inescrupulosa, incluso mayor que la del propio Tesista, o más bien porque sufre el problema de la ausencia de sentido de su vida, y la consecuente necesidad de buscar una justificación en la de los otros. No existe mejor entendedor, entonces, que otro Tesista o persona en situación similar.

Concluimos entonces que el Trabajo de Tesis conlleva mucho más que el simple (o no tanto) trabajo de investigación propiamente dicho; conlleva un grupo de agentes externos, generalmente de carácter social, a que se debe hacer frente sin chistar si se quiere salir airoso de esta etapa.

Así pues, ánimo, Tesista amigo, no se deje subyugar por su entorno. Sepa salir adelante y construya un nexo cilíndrico entre sus orejas, de manera que ante una situación de congoja lo que le digan pueda entrar por un oído y salir por el otro.

Este artículo constituye un preaviso y no habrá lugar, pues, a cuestionamientos o injurias respecto del no haberlo prevenido, estimado lector.

A veces me da lástima, otra me da envidia, y otras tantas algarabía.

Mediocridad que le dicen.

Bueno para poco, regular para mucho.

Me gustaría ser realmente bueno en algo, pero bien bueno. Juego al fútbol mediocremente, juego al ping-pong mediocremente, toco la guitarra mediocremente...estos son solo algunos ejemplos. Todo lo que hago, lo hago mediocremente. Es triste.

Me gustaría ser malo, realmente malo para algunas cosas a cambio de poder ser buenísimo en al menos una.

Yo tengo una teoría, papá. Los hombres de la edad de piedra no eran los que nosotros conocemos como cavernícolas. Estos tipos con sus puntas de flecha y sus pinturas rupestres...

¿A quién carajo se le ocurre que alguien puede dejar tiradas por ahí sus herramientas y utensilios cotidianos? ¿A quién carajo se le puede ocurrir que cuando uno muere no lo entierren? ¿A quién carajo se le ocurre que un tipo pueda vivir en una cueva, tan oscura, como inhóspita y fría? Es todo un chamuyo. Pero hete aquí que no es un chamuyo con afán de chamuyarnos por parte de los investigadores del tiempo, sino que se trata de un chamuyo forjado por la temporal ceguera de estos investigadores que no saben ver, como yo, que los hombres de las cavernas no eran más que los inadaptados de la época.

Los desordenados. Los insociables, cuyos amigos y familiares no eran tales, no les rendían homenaje a su muerte, como era propicio. De haber sido así no se habrían encontrado cadáveres disecados. Habrían sido incinerados o enterrados y descompuestos. Los relegados del pueblo, porque la gente de la edad de piedra vivía en realidad en chozas de madera, que construían en conjunto en su sociedad, y los inadaptados estos se tenían que ir a vivir a cuevas porque no podían levantar las chozas de madera por sí solos.

Así pues, la verdadera gente de la edad de piedra eran en realidad Hombres de las Chozas y no de las Cavernas. Sale a la luz, mediante este humilde post, entonces, la verdad de la milanesa, verdad que nos fuera ocultada hasta hoy, no por los arqueólogos, no por los historiadores, sino más bien por la naturaleza misma, por la esencia de aquella gente de la época del jopo, o un poco antes mejor dicho, que no se dignó a dejar huellas de su existencia más que las de sus contemporáneos insociables.

He dicho.

Y llegó el día mi abnegado lector. Sí, sí, el día en que comienza, como todos los anteriores y los venideros, el fin de mi insignificante vida.
Así pues procedo a racontarle, si se me permite el francisismo, en qué debe basarse la agenda del corriente, intentando hacer un paralelismo con dichos populares, que no por ello constituyen verdades absolutas, a saber:

- No dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. Aunque hoy es el comienzo del fin...mejor sería entonces iniciar un disfrute empedernido del tiempo, y para tal fin no puedo empeñarlo en tareas obligatorias. Concluyo entonces que habré de dejar para mañana lo que se puede hacer hoy pero que no obstante es obligatorio, para dedicarme entonces a los quehaceres optativos que plenen mi alma de regocijo extremo. Permítame por lo tanto, y deje de lado su avidez de lectura por un momento, dirigirme al balcón del piso 15 a arrojar cuando menos una maceta por la baranda y apreciar su caída libre. Esperemos que no le parta la cabeza a alguno.

- Madrugar, que dios nos ayuda (y remarco la minúscula en la referencia al "supremo"). Sabido es mi afán por el mundo de los sueños. Ya lo dice el mote que utilizo para la dirección de este blog: Somnius (que es un dios de los sueños venerado por alguna cultura que ya no recuerdo). En definitiva, no creo poder madrugar, pero en todo caso nos da igual, puesto que hemos dicho que deseábamos aprofitar el tiempo al máximo. Debe llegarse a una relación de compromiso aquí para definir "aprofitar". Desde mi humilde punto de vista esto debería ser algo así como "emplear el tiempo en tareas que satisfagan el alma", y en mi caso no encuentro ninguna más acertada para la cuestión que la de dormir. Luego, que madrugue tu abuela.

Me explayaría infinitamente, querido amigo lector, pero supongo que sus ojos encontrarían un texto tan amplio un tanto cansino. Declaro entonces el fin provisorio de este post, no sin antes postularle una disyuntiva que me acongoja.

¿"No por mucho madrugar amanece más temprano" o "No por mucho madrugar se amanece más temprano"?

Es decir, por más que madrugue mucho ¿se hará la luz del día temprano, o bien amaneceré yo, mi persona, un tanto antes?

               

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